Seguro que en muchas ocasiones has escuchado el mensaje de escúchate a ti mismo, o sigue tu intuición a la hora de tomar decisiones. Pero, más allá aún, los psicólogos hablamos constantemente de la importancia de escucharnos con frecuencia. Un mensaje aparentemente muy claro, pero, ¿qué es eso que debemos escuchar? ¿a que debemos atender exactamente? Y, lo más importante, ¿cómo lo hago?
En nuestro día a día podemos percibir diferentes señales que indiquen que necesitamos algo. Estas señales pueden aparecer de formas muy diferentes y con intensidad variable. A veces son muy conocidas y traen consigo mensajes muy fáciles de descifrar, como es el caso del hambre o el cansancio. Sin embargo, otras las señales son claras pero el mensaje que encierran no lo es tanto como en el caso de dolores, insomnio, malestar emocional, dificultades de atención… Estas señales son molestas y por lo general atenderlas nos resulta un tanto desagradable. Son molestas precisamente para que les prestemos atención, para que escuchemos ese aviso y hagamos eso que necesitamos. Y, aún así, a veces las ignoramos reiteradamente.
Resulta importante atender estas señales o síntomas, puesto que cuando el cuerpo habla y no es cuchado, gritará, porque es un mensaje que debe ser entregado a nosotros, como si se tratara de una carta certificada de la cual no podemos eludir nuestra responsabilidad.
No solo debemos saber que estas señales están presentes e identificarlas, es importante poner la atención en ellas, entender para qué están y qué función tiene su presencia, ¿de qué me habla? ¿Cuál es su utilidad? ¿Qué es esto que estoy necesitando ahora?
Cuando de manera consciente atendemos para qué aparecen descubrimos qué podemos hacer por nosotros mismos, qué nos falta en ese momento o qué es lo que va mal. De este modo las señales y el molesto ruido se calmarán.
A veces creemos que poner la atención en eso desagradable lo hará aún más grande, pero la realidad es que cuando ponemos atención en ello, y lo hacemos con aceptación y amabilidad, el resultado es justo el contrario.
En terapia, entre otras cosas, aprendemos a afinar el oído interior, para escucharnos con la atención y el mimo necesarios para descubrir la necesidad de la que nos están avisando esas señales y cubrirlas de la mejor forma posible, con el objetivo de que nuestro mundo interno recupere la calma y el bienestar.